Debo haber caminado cinco o seis millas cuando vi a un niño de ojos inmensos que desde lejos me miraba preocupado. El niño se fue acercando a mi lentamente, tan lentamente que dude por un momento si de verdad quería acercarse a mi o si tal vez estaba solo caminando y pensando en otra cosa.
El niño dejó de caminar y volteo hacia su lado izquierdo.Lentamente sujetó mi cara a la suya, por medio de esos ojos, de esa mirada penetrante y siguió directo a donde yo me encontraba. La verdad es que me perturbó un poco.
El niño que se había estado acercando a mi me despertó de mi ensueño al preguntarme la hora. Eran veinte para las siete.
Cuando el niño se fue empecé a fijarme en dónde estaba. Me encontraba de pie ante una puerta que llevaba a un patio bordeado por una cinta de tierra seca en la que había alhelíes y geranios. Sobre la entrada había un cartel con las palabras
CHARLES ATKINSON MONUMENTOS MÁRMOLES INGLESES E ITALIANOS
Párrafo trabajado a partir del cuento «El calor de agosto» de William Fryer Harvey.