El día que conocí a Federico

La noche previa a ese sábado me vino la regla, no me tocaba pero a veces se adelantaba. Estaba súper molesta porque justo mi hermana y yo habíamos planeado ir a la playa al día siguiente, mi mamá nos iba a llevar al Regatas porque el calor era insoportable y ya en la casa no se podía estar.

Ese fue el primer sábado de enero y sorpresivamente había poca gente en el club. Yo traté de negarme a ir porque no me iba a poder bañar, e ir a la playa y no poder bañarse era simplemente una locura. Para eso me quedaba leyendo mis cosas en el jardín de la casa y metía mis pies en una batea de cuando en cuando, pero mi mamá insistió, casi me llevó de los pelos. Tuve que ceder.

Me puse un vestido midi rojo de lunares, saqué mi sombrero de playa, metí mi “Good Housekeeping” en la cartera de paja y me fui a regañadientes al club. El sol ya marcaba las 11 y estaba por reventar.

Llegamos al club y mi mamá y Lucía tiraron sus cosas en la arena y se echaron a tomar el sol. Yo me quedé cerca en una mesita en la terraza a la sombra de una sombrilla y saqué mi revista pero hacía demasiado calor, no me podía concentrar, menos me podía relajar.

Se acercaba el mediodía y el calor era ya inmanejable, estaba súper incómoda esperando que todos acaben sus cosas para irnos a la casa. Le pedí una Coca Cola al jovencito del restaurante.

La marea había bajado a esa hora y se habían formado unas pequeñas pocitas en la orilla, cerca del muelle. En realidad el ambiente se había puesto lindo, casi no había gente. Se escuchaba el mar claramente y eso me fue relajando, podía oír a las gaviotas, ver a las arañas de mar caminando en la orilla. Llegó el jovencito con la Coca Cola y un vaso. Así no más—le dije—sin vaso, gracias.

En ese momento regresó mi hermana Lucía del mar y vi que no venía sola. La acompañaban dos chicos, uno calvo un poco feo la verdad y uno bello, con una mirada muy linda, parecía muy entusiasmado. Les presento a mi hermana Elsie—dijo Lucía—No quería venir pero mi mamá la obligó. Abrí los ojos gigantes y me entró un calor grande en el cuerpo, me sentí muy avergonzada, ¿Qué pensarían ellos de mí? El chico calvo saludó moviendo la mano muy amable y el chico bello se me acercó y me besó en la cara. Yo soy Federico—me dijo muy sonriente. No es que fuera tan bello exactamente pero me miraba de una forma tan linda, era muy dulce su forma de verme y su beso… casi me desmayo. ¡Ah! ¡Sí! Él es Federico – dijo Lucía y él es Ramón— dijo señalando al otro chico. Los conocí en la kermesse del colegio, pero también son socios del club y justo…

Federico empezó a hacer bla bla bla con su boca y con su mano y ambos empezamos a reírnos.

A pesar de no haberme podido bañar en el mar y de ese sol del infierno, ese fue el mejor día de ese verano y de todos los veranos siguientes.

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