La cuarentena

Ya van a ser dos meses desde que me vine a vivir a la casa de mi mamá. Mi mamá no está en casa y estamos usando su cama para dormir y la casa entera para pasar la cuarentena. En un inicio, cuando ella me ofreció venir, no imaginé que duraría tanto y en verdad no dudé en venir a pasar unos días aquí. Aquí con Evi y Tati, el jardín, la pasaríamos en armonía y muy cuidados y cobijitos.

La realidad:

La cama de mi mamá: La cama de mi mamá es de dos plazas y nosotros (léase papá, mamá y bebé regordetes y comodones los tres) hacemos colecho.

El cuarto de mi mamá: No tenemos ni tiempo, ni privacidad para el sexo pero aunque quisiéramos no va a ser posible. Hace unos días nos dimos un break en los quehaceres domésticos y nos metimos a la cama mamá y papá. Mamá siempre está en calzón y polo, papá se puso cómodo, un abrazo, un besito y abrí los ojos: mi mamá como a los siete años mirándome de cerca desde un cuadrito, vestida con uniforme escolar, un peinado chistosísimo y un gorro rarísimo, todo en blanco y negro. Jajaja incómodo, pero nos reímos. Una conversación moderada, nuevo besito y mamá abrió los ojos otra vez, el reflejo del espejo me hizo ver el reflejo del cuadro inmenso de Jesús que está sobre la mesa de noche. Se acabó el encuentro. No tengo nada en contra de Jesús, pero hay algo, no sé que es, que hace que uno no pueda tener sexo plácidamente en frente de tremendo cuadro ¿no? ¿o no les pasa?

La ropa de invierno: Como no imaginé que esto sería tan largo, y porque no entraba en las maletas, no trajimos ropa de invierno. Obvio Evi quiere que use la ropa de invierno de mi mamá. ¡Qué larga se está haciendo la cuarentena carajo!

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