Oxalato de Escitalopram

Mi cuerpo está muerto. El Escitalopram ha ido menguando mi vida sexual hasta convertirla en lo más raro que me ha pasado con respecto al sexo. Mi cuerpo se aferra a la experiencia, se levanta a pesar del cocktail para relajar y dormir. Y yo me aferro al cuerpo de Esteban, me aferro a la almohada, logro hundirme en la experiencia pero mi cuerpo no responde como antes. Mi cerebro lucha en cada movimiento, en cada beso, en cada mordida, en la fricción de nuestros cuerpos pero parece que mi cuerpo no se da por enterado, está vacío, me siento como una muñeca de papel.

Los movimientos, acompasados a los de mi esposo o no, no llegan a nada, mi piel se niega a sentir. Vestida o desnuda, de pie o en la cama, en el suelo, en el baño, pensando en Juan de Dios, en Gabriel, nada.

Entonces miro su rostro, sus ojos están cerrados, negándonos una vez más la experiencia completa, pero sé que esto depende solo de mi. Cierro los ojos otra vez y así, sin quererlo, puedo imaginar de todo, pero nada funciona, tampoco esto.

Ya tendría que llegar el deseado orgasmo pero obvio se zurra en mi.
¡Puta madre! – me bajo de su pelvis y salgo de ahí destruída, una vez más.

¡Maldita ansiedad!

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